En el segundo capítulo ya han pasado diez años (si se
mantuviera esta velocidad en el paso del tiempo podríamos tener únicamente un
libro de 9 o 10 capítulos siendo optimistas) y el que era un pequeño bulto
envuelto en mantas se ha hecho mayor. Nos contará a partir de este momento cómo
es su casa, su familia y su día a día con alusiones recurrentes al tiempo que
nos hemos saltado. Es el cumpleaños de Dursley, su horrible primo, y
asistiremos a su apertura de regalos y el posterior día en el zoo en familia
acompañados por uno de sus amiguitos. Lamentablemente, la visita terminará
demasiado pronto cuando una boa constrictor se escape del terrario en que
estaba expuesta.
Y ahora, mi análisis.
Lo siento, Harry, pero tal y como te presentan aquí eres
ante todo una suma de clichés para conseguir que el pequeño lector se encariñe
contigo. Sé que tú no tienes la culpa de nada, es como te han descrito, pero
tengo que decirlo. El pobre Harry que vive en una alacena (imaginad la cantidad
de niños que aprendimos que esa palabra existía con este libro) llena de asco
(ARAÑAS >_<), le tratan a gritos, le echan las culpas de todo lo que
ocurre aunque le hayan visto sentadito sin hacer nada y además ve a sus tíos
mimando al pequeño cerdo con peluca rubia que tienen por hijo (eso me hace
pensar en Harry Popoter). Como eso no era
suficiente, además sufre bulling por culpa de su primo. Nadie se le acerca, no
tiene amigos y los de Dursley le pegan (un saludo desde aquí a todos los que no
hemos tenido demasiados amigos y leíamos a la hora del patio o/ ¡hey! ). Así, y contado desde su
perspectiva, ¿cómo no vas a estar deseando que algo le salga bien al pobre? ¡Si
se comen helados enormes en su cara y el desgraciado es feliz con un polo de
limón! Que ahora que somos mayores, el limón nos gusta más pero cuando éramos
críos casi todos íbamos a por los polos de fresa o cola y los helados de
chocolate y vainilla.
Pero dejemos el victimismo profundo a un lado y centrémonos
en algo más importante. Además de esa especie de conversación que Harry tiene
con la serpiente, que en el siguiente libro será relevante, hay una cosa que se
nos deja muy clara de este chico: su valor. Harry vive rodeado de arañas a las
que está acostumbrado y no teme. Podemos pensar que es algo normal, que no todo
el mundo tiene miedo o asco a los insectos pero no es la única muestra de valor
que da. Cuando su primo quiere pegarle, no se esconde. Nos dice que sabe que corre más que él y utiliza la velocidad a
su favor para escapar. Pero sin duda la prueba definitiva es cuando el cristal
desaparece y la boa huye libremente. Todos los visitantes del zoológico gritan
y corren atemorizados pero a él no parece afectarle, incluso hace la
apreciación de que a Piers y Dursley como mucho les da un golpecito simpaticón
en la pierna al pasar, que tampoco es para tanto. Lo siento, Harry, pero si una
boa que podría estrangular un coche se escapa y me toca aunque sea todo lo
juguetonamente que quieras, no me parece amistosa para nada. Las serpientes son
animales preciosos pero si hay un vidrio entre ellas y yo, mejor.
Después de esto creo que quedan claras dos cosas: que
tenemos que querer a Harry porque el pobre lo ha pasado mal y que va a entrar
en la casa Lannister.
¡Hasta el próximo lunes!
Buena reseña. Tus puntos son muy notables. Desde luego Rowling se pasa bastante al hacer desgraciado a Harry. Se hace un tanto irreal, y eso viniendo de un libro sobre magia es decir mucho.
ResponderEliminarLa verdad es que sí, Harry es un cliché andante.Pero lo que más me ha llamado la atención es lo que dices de la valentía. No lo había pensado, es decir, lo de las arañas y lo de Dudley. Eso sí, en lo de la serpiente, si el muchacho acaba de hablar con ella y la boa es maja con él y encima le libera, ¿por qué iba a tener miedo? Se supone que él todavía no sabe lo de la magia, pero la colegui le da las gracias y todo, en plan buen rollo.
ResponderEliminarPor cierto, ¡preciosa y escameantemente escurridiza! jejej
¡Un saludoo!